
Ayer le decía a MariCarmen la pena que sentía, por no haber podido compartir este momento con todos aquellos con los que compartí otras alegrías y decepciones. Recordé todas aquellas ocasiones en las que la selección española nos hizo vibrar y nos hizo llorar, todos aquellos grandes momentos. Recordé escuchar 10 goles de España a Malta con mi hermano desde la litera, en Santa Eugenia, y haber visto los dos últimos escondidos en el pasillo, tras la puerta de la salita. Recordé cuando vimos el gol de Platini a Arconada, de vacaciones en los Pozuelos con el abuelo Santi y la abuela Josefina, que en paz descansen. Recordé el balonazo de Michel al larguero ante Brasil, que entró y no contó. Me acordé de aquella eliminación ante Yugoslavia, que no sé ni que año fue. Del gol de Hierro a Dinamarca. De cuando ví a Luis Enrique, sangrando y llorando, desde el salón de un hotel de Roma, rodeado de italianos. De Kiko Narváez, también llorando, tras ser eliminados después de golear. De cuando caímos ante Inglaterra, mientras preparábamos la moraga de San Juan del 96 en la cuesta del Cerrado. De Pepe, Alex, Sergio, y todos los que estábamos en aquella casa cuando "El Gol" de Alfonso. De cuando escuché en el tren Sevilla-Málaga como Raúl fallaba el penalti ante Francia. Me acordé de Gamal Ghandour, y de su familia. De Zubizarreta. De los tópicos. De todos los "como siempre". De mi padre diciendo todos esos "otra vez lo mismo" y los "al menos ya no sufrimos más". De las tandas de penaltis. De los putos cuartos. Y también, de la portada del Marca tras la eliminación en Alemania 2006:
Me decía Luis que su hermano no paraba de proclamar, desde antes de empezar la Eurocopa, que era IMPOSIBLE que España no fuera campeona, porque eran, sencillamente, jugador por jugador, los mejores del mundo. Quique, tenías razón. Destino, te la has comido doblada.
1 comentario:
Me has puesto los pelos de punta y casi se me saltan las lágrimas.
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